Un lópez se despidió en el Etna y otro se vistió de rosa

Cuentan los lugareños de Randazzo, el pueblo más cercano a la cima del Etna, que esa montaña tiene una maldición amorosa. Acostumbrados a ese viento […]

Juan Pedro López en el podio de este martes. /FOTO: EFE.

Cuentan los lugareños de Randazzo, el pueblo más cercano a la cima del Etna, que esa montaña tiene una maldición amorosa. Acostumbrados a ese viento pesado, cargado de sedimentos volcánicos que, durante años han pintado los techos de sus templos y sus casas, los apacibles vecinos de la Ninfa helada, hija de Urano y Gea, dicen que ella fue amante de Hefesto, el herrero, y que ese amor fallido enfrío su corazón, y por eso ya no produce esa “bella fiammata” de otros tiempos.

Quizás sea ese el motivo de que ningún ciclista, tras vencer la cumbre y vestirse de rosa, logre sostener la maglia hasta la última etapa, como si el sueño del “amore infinito”, estuviera vetado para los audaces.

El grupo de ciclistas en acción durante el inicio de la cuarta etapa de la 105ª edición del Giro de Italia. /FOTO: EFE.

Hoy, sobre la cresta de la cresta de la Ninfa adormecida, un López se bañó de grandeza, Juan Pedro, oriundo de Lebrija, España, y vestido con los colores del Trek, el blanco y el rojo (nieve y fuego). Entre tanto, otro López, de Pesca, Boyacá, sucumbió en las faldas de la montaña, atormentado por fuertes dolores en la cadera.

Era uno de los llamados al podio, pero tuvo que retirarse, una vez más, como cuando en 2020 se bajó de la bicicleta apenas en la primera etapa, y también en Sicilia.

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No es la primera vez que lo hace. De sus 10 participaciones en las 3 grandes, Miguel Ángel se ha retirado en 4 ocasiones, todas en los recientes 3 años.

En 2021, peleado con sus compañeros del Movistar, dijo adiós antes de llegar al mirador de Castro de Herville, en la Vuelta a España. También se retiró del Tour de Francia, en Libourne, el puerto de Gironda con el famoso puente de piedra.

Supermán López luego de bajarse de la bicicleta.

Hoy se retiró en Sicilia, en Avola, ciudad de templos y antiguas necrópolis, a pocos kilómetros de Monreale, ciudad en la que se bajó en 2020.

¿Qué pasa con Supermán?

Miguel Ángel López, el joven que se hizo ciclista después de defender con su vida una de sus primeras bicicletas, por lo cual se ganó su apodo de Supermán, ha perdido la cabeza, o “perso la testa”, como dicen los italianos, y quizás tengan razón.

Se peleó con los de Movistar y luego firmó con ese equipo, para volver a pelearse. Dos de sus retiros han sido por supuestas molestias físicas que jamás contó hasta que fue demasiado tarde. No salió bien del Astana, y regresó.

Para colmo, se ha quebrado en donde un escalador de su talla no debe quebrarse, en la montaña, y nunca ha podido rendir ni en cronos ni en descensos. Le ha pesado ser uno de los grandes favoritos del ciclismo mundial.

Hoy le pesó el Etna. Es como si su bici se hubiera atorado en la lava petrificada, y rodó por el suelo, como un amante vencido al que le escasea la voluntad. Entonces dijo: “Tengo dolores desde hace varios días”, y se marchó.

El López ganador

El otro López, el de Lebrija, enjuto y bajito como el de Pesca, estaba hechizado, henchido de amor, y se anotó en la fuga del día junto a otros prodigios como Rein Taaramae, Lennard Kamna, Sylvain Moniquet, Valerio Conti, Liliam Calmejane, Gis Lemmreize, Mauri Vansevenant, Davide Vilella y el colombiano Diego Camargo, entre otros. Todos ellos huyeron temprano del pelotón y desafiaron la maldición de la cumbre nevada.

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Uno por uno, como soldados sitiados, fueron cayendo en la implacable carretera, con ese aire pesado llenándoles los pulmones, y sucumbieron. Sólo Juan Pedro López se atrevió a enfrentar las rampas más duras, y se quedó solo en la punta.

Su férrea voluntad insufló de ánimo a Kanma, el joven alemán de Wedel, junto al río Elba, y entonces fueron 2 los “locos” que fueron en busca de la boca petrificada de la Ninfa, deseosos de ese beso de lava que los bautizara como campeones.

No hubo resistencia

En el lote, en cambio, no quisieron batalla, y hasta Vincenzo Nibali, acostumbrado a rodar por allí desde que tenía 13 años, prefirió rendirse y esperar la jornada de mañana, que llegará a su casa, a su estrecho, donde es Corleone.

Existe una ley no escrita en el ciclismo, y es que, si en punta van 2 corredores, y 1 de ellos tiene la posibilidad de vestirse de líder, entonces la etapa la gana su acompañante.

Hoy, López y Kamna firmaron ese acuerdo, y pedalearon juntos hasta la meta. Iban felices, como picados por el amor de Cupido, como si para ellos no existieran maldiciones.

En los metros finales, el alemán se adelantó y cruzó la raya, pletórico. Tras él, pasó llorando Juan Pedro, a quien llegaron a comparar, en el reciente pasado, con Alberto Contador, ganador en el Etna en 2011.

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La Ninfa arropó a Juan Pedro y le prometió un amor rosa, el mismo amor que, en el pasado, les incumplió a Franco Bitossi, Michelle Dancelli, Acacio Da Silva, Contador, Simon Yates y Joao Almeida. No es bueno bajar del volcán vestido de rosa, no es bueno confiar en el amor de la Ninfa dormida.

Los nuestros

Para los colombianos la jornada fue protocolaria. Más allá del retiro de López, que pone a tambalear las opciones de los escarabajos, los demás no sufrieron el primer ascenso montañoso, y tampoco se atrevieron a atacar.

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Queda la experiencia de Camargo, quien protagonizó la fuga hasta donde pudo, y luego se acomodó en el corazón del pelotón. Iván Ramiro Sosa (Movistar), y Santiago Buitrago (Bahrain), ocuparon las casillas 19 y 20 respectivamente, con el mismo tiempo de Richard Carapaz (Ineos), que fue séptimo.

En la general, López, Kamna y Taaramae llenan los 3 primeros cajones, mientras que Simon Yates, que hoy no hizo gala de su conocida explosividad, es cuarto, a 1:42. Carapaz es 11, a 2:06, y Santiago Buitrago 15, a 2:18. Sosa subió hasta la casilla 22 y pierde 3:05..

Juan Pedro Lopez, el nuevo líder del Giro. /FOTO: EFE.

Mañana, el Giro arribará a Messina, la punta suroriental de esa isla llamada Catania que parece un balón de trapo que acaba de ser reventado por la bota de un futbolista borracho.

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Serán 174 kilómetros de duros vientos y con el premio de segunda en Portella Mandrazzi a mitad de recorrido. En esa cima, desde donde se pueden ver las olas de los dos mares, el Jónico y el Tirreno, los italianos esperan que emerja la figura de Nibali, hijo de esas tierras, como una suerte de Jason con su espada su espada en alto en busca de la cabeza del carnero alado.

Se fue un López del Giro, uno de los grandes del pelotón, mientras que otro, que espera serlo algún día, se vistió de rosa. Así es el ciclismo, tan caprichoso como la Ninfa del fuego apagado.

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Así marcha la general