Las celebraciones que se adaptan al fútbol en medio de la pandemia

El nuevo fútbol está marcado por el alejamiento físico y, en ocasiones, deja al aficionado sin una parte sustancial del espectáculo: los abrazos tras el […]

Con un golpe de muñeca, así celebró el delantero danés del Hoffenheim, Robert Skov, con el mediocampista alemán Sebastian Rudy, en el empate 1-1 ante Paderborn, tras la reactivación de la Bundesliga. /FOTO: EFE.

El nuevo fútbol está marcado por el alejamiento físico y, en ocasiones, deja al aficionado sin una parte sustancial del espectáculo: los abrazos tras el gol, el lance principal del juego que el escritor uruguayo Eduardo Galeano considera tanto el “orgasmo del fútbol” como un bien cada vez más escaso en el mundo del balón.

A lo largo del siglo y medio de historia del balompié, el gol ha perdido presencia: la media de tantos por encuentro ha disminuido desde sus orígenes y el valor individual de cada diana ha crecido, lo que ha dado paso a celebraciones cada vez más sofisticadas, pero que a partir de ahora se verán menos.

Al principio, los futbolistas regresaban a su campo tras marcar como si casi nada hubiera ocurrido, de forma muy similar a como lo hacen los jugadores de rugby tras un ensayo.

Incluso Alfredo di Stéfano renegaba de la celebración de algunos tantos como los que se marcaban de pena máxima. “Antes, cuando hacías un gol de penalti, le pedías disculpas al arquero; ahora se sacan la camiseta y se cuelgan del alambrado”, señaló.

No todos los festejos del pasado se ajustarían ahora a la norma en tiempos de distanciamiento, pero algunos se podrían mantener, al menos hasta el momento en el que se acercan los compañeros a compartir la alegría. Ahí tendrían cabida la liturgia de la voltereta en solitario de Faustino Asprilla o el beso al anillo que no faltaba tras un tanto del artillero español Raúl González.

Todo ello, sin olvidar el salto habitual de Cristiano Ronaldo, cuya forma de festejar los goles poco tiene que ver con la de Leo Messi, con quien tantas veces se le ha comparado, pero con quien no comparte ritual tras batir la meta contraria.

Con el distanciamiento permitido y sin abrazos previos también habría un hueco para los bailes colectivos de los jugadores de la selección colombiana que aparecen en más de un vídeo de sus partidos y también para muchos otros bailes, algunos individuales.

Con los códigos del fútbol en medio de la pandemia tendríamos que festejar bailando, pero sin abrazos.

Ahora, toca reducir el contacto con el compañero y con el rival, pero no necesariamente con el balón, que podrá volver a situarse bajo la camiseta cuando un jugador quiera ofrecer la diana al hijo que está en camino.

Para juntar la alegría por el hijo que viene con la del gol guarda la historia del fútbol a los brasileños Bebeto, Romario y Mazinho con el gesto de acunar un bebé tras un tanto del primero de ellos en el Mundial de 1994 en Estados Unidos. Sólo les faltó para cumplir con la ortodoxia actual, que hubieran estado más separados.

Dani Alves, Ronaldinho, Griezamnn, Pogba o Farfán se encuentran entre los pródigos con la danza junto a Neymar, aunque el jugador del PSG ha ofrecido más variantes, entre ellas la de simular un disparo con un banderín de córner tras batir la meta contraria.

Hablar por teléfono a través de una bota, ponerse una peluca o el caso de un policía, como hizo Totono Grisales en la Copa América 2001, e incluso usar máscaras de estrellas de la lucha libre mexicana tampoco han faltado.

Al margen del mejor o peor gusto de estos futbolistas, casi todas sus acciones, rechazables desde el prisma deportivo, estarían admitidas por el protocolo sanitario actual.

El festejo de Totono en la Copa América 2001, tras hacerle un gol a Venezuela, aplica al formato de celebraciones en medio de la pandemia, pero sin el abrazo de Choronta Restrepo.

Quedarían, sin embargo, completamente descartados abrazos, besos y todo tipo de muestras de cariño, pero se podrá subir a la primera fila de la tribuna porque al otro lado, al menos de momento, no habrá nadie a quien abrazar.

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EFE